LA COSA ESTÁ MUY NEGRA

El FEMINISMO MACHISTA

Desde hace un tiempo se viene implantando desde Estados Unidos un concepto muy curioso para referirse al feminismo actual: el ginofascismo (C.H. Sommers).
El ginofascismo es un movimiento parecido al que surgió en el seno del Ku Klux Klan, cuya idea básica era vender el sentimiento de la opresión para imponer la supremacía de las mujeres. En este caso, de las mujeres blancas.
En realidad, es el fantasma de la muerte de la libertad la que recorre el mundo.
El feminismo, como otros movimientos sociales y políticos, surge de una idea aparentemente noble y justa: la lucha por la igualdad.

Pero todo movimiento social suele corromperse si alcanza determinado grado de poder y se convierte en todo lo contrario a lo que se dice defender.

Las dictaduras del proletariado se convirtieron en la URSS o en China en dictaduras contra el proletariado. La defensa del pueblo germánico se convirtió en el holocausto. La reforma protestante contra el abuso de poder de la iglesia católica se convirtió en un calvinismo segregacionista y usurero.

Ahora, el feminismo de la lucha por la igualdad de derechos para las mujeres, se ha convertido en un movimiento contra los hombres. El movimiento “metoo” es un claro ejemplo de ello.

Ya lo dijo Toni Cantó en el Congreso de Diputados en 2013: No se puede construir la igualdad en contra de los hombres.

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En realidad, es el mercado el que decide poner en marcha este movimiento feminista, cuando en los años 50 descubren que en los hogares hay millones de mujeres que pueden consumir y trabajar por un salario más bajo.

Se fomenta la idea de que la liberación de la mujer es “trabajar fuera de casa” y ser independiente. Muchas mujeres decidieron salir a trabajar y, con ello, se logró que el consumo interno se incrementase más de un 35% según datos del departamento de comercio de los EEUU. Se produce la necesidad de tener dos coches en cada hogar. Comienzan a multiplicarse las tiendas de ropa de mujer por todos lados. Revistas de moda y del corazón para fomentar el consumo, sobre todo de las mujeres.

En los años 60 surgen movimientos de liberación de la mujer al socaire del mayo del 68, en que la izquierda política decide que hay que “conquistar” a las mujeres para su causa, ya que son una gran correa de transmisión de ideas.

Lanzan el concepto de “la opresión que sufren las mujeres por parte de los hombres”. Una copia burda de la idea basada en la opresión del proletariado que tan bien les funcionó en Rusia o en China, con Lenin, Stalin y Mao.

Se vende una idea política a través de despertar un sentimiento de odio contra la clase “opresora”. Así el feminismo convierte lo “masculino” en el enemigo del pueblo.

Y ¿Qué mejor forma de lograr adeptas que apelar a los sentimientos de las mujeres?
Así se comprende que se sumen a esta idea (odio y venganza contra el hombre opresor) mujeres de toda clase social y de toda ideología política. En España cala tanto todo esto, que la práctica totalidad de los partidos hacen suya esta idea marxista de ver el mundo en polarizado: Los opresores y las víctimas o clase oprimida. Primero fue el Partido Comunista el que compró esta idea. Ya en los años 90 fue el PSOE el que incorporó a su programa electoral la ideología de género de la mujer oprimida. A final del siglo XX fue el PP el que lo hizo.

Ya en pleno siglo XXI, las nuevas castas se suman a ello: Ciudadanos, Podemos, IU, ERC, Bildu, Equo, Las mareas, etc. Todos sin excepción, se convierten al marxismo cultural y político de la ideología de género.

Todos los partidos y los sociólogos que trabajaban para cada uno de ellos eran conscientes de la necesidad de introducir la ideología de género en sus idearios, ya que dicha ideología apela al mundo de los sentimientos. Muchos hombres (los aliados feministas), sobre todo los más inseguros y los más aprovechados (trepas) se suman a la idea con el objeto de no ser rechazados social y políticamente. Muchas mujeres también, sobre todo las que querían trepar o aquellas que tenían inseguridades y falta de estabilidad emocional en sus vidas. En todo caso, recordemos que no hace mucho tiempo cómo Toni Cantó o el propio Albert Rivera tuvieron que desdecirse de sus propias declaraciones contra el feminismo de género. O cómo el mismo Rajoy cuando estaba en la Moncloa, tuvo que afirmar que era el más feminista de su partido. Al final, los feministas de género y los feministas de la igualdad se confunden.

Tanto es así que en 2004 todos los partidos aprobaron la LO 1/2004 que establecía la presunción de culpabilidad de los hombres (art. 1), aniquilando el principio universal de la presunción de inocencia en España.
Lo del hombre oprime a la mujer atrae votos (como dijo ZP en 2003 en el congreso de su partido) y dinero. Incluso las grandes empresas ven en ello una forma de captar clientes. Bancos, compañías de seguros, marcas de coches, etc. Todos usan a las mujeres como grupo social al que se puede manipular más fácilmente, bien para convertirlas en seguidoras políticas o en consumidoras fieles.
Hasta las grandes compañías de moda se dan cuenta de ello y comienzan a apelar a los sentimientos de las mujeres para vender más y mejor. Hasta llegan a vender la idea de que si están gordas o son bajitas y feas, es debido a la opresión de los hombres y a los estereotipos establecidos por el “heteropratiarcado”.

Lo cierto es que, efectivamente, aún existen ciertas desigualdades con respecto a las mujeres, pero en países como Noruega o Suecia en donde llevan más de 50 años con una verdadera igualdad, legal y práctica, se ha descubierto que las desigualdades no son tales, sino que se ha intentado manipular la propia naturaleza y morfología de los hombres y mujeres, vendiendo que esas diferencias son en realidad una vulneración de derechos, cuando en realidad no lo es. Así se comprende ahora que este feminismo considere como “traidoras” a las mujeres que quieren seguir siendo mujeres, madres, amigas y que quieren decidir en libertad y rechazan el totalitarismo de la perspectiva de género. Tal como hace con los disidentes la Constitución de Cuba, por ejemplo. Ahora es el politburó feminista el que manda y les dice a las mujeres qué deben pensar, cómo deben vestir y qué ideas deben apoyar.

Afortunadamente, muchas mujeres están despertando como hicieron muchos alemanes en 1939 o en 1989 con la caída del muro de Berlín, y se han dado cuenta de que el feminismo no sólo es un movimiento contra los hombres (sus padres, hermanos, hijos, amigos y conocidos) sino que también es un movimiento contra las mujeres libres y que no piensan como el feminismo de género.

Porque el feminismo de género ha convertido la justicia social en una herramienta de opresión frente a los que piensan de forma diferente, sean hombres o mujeres.

 

Jose Luís Sariego

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