El famoso buque ‘Punta Mayor’, ¿se ha visto obligado a...
Leer másEn medio de una tesitura social de enfrentamiento continuo en los distintos ámbitos de la vida, de vez en cuando, suceden algunos hechos como el ocurrido hace unos días, que debería hacernos pensar e interrogarnos sobre que estamos haciendo y donde pretendemos llegar con toda esta situación de crispación ante tanta injusticia social.
Solo hace falta ver los discursos y alegaciones de nuestros queridos políticos en cualquier parlamento o asamblea, que nada tienen que envidiar a una tensa reunión de vecinos. Sus intervenciones y comentarios siempre van cargados de la ironía más burda y de mala intención, escondiendo rencores y cuentas pendientes, que más parecen sacadas de cualquier sainete o disputa callejera, que de una exposición inteligente y constructiva de sus señorías.
Todas esas disertaciones y mítines de la clase política, defendiendo y criticando asuntos difíciles de digerir, utilizando argumentos retorcidos y recubiertos de vaselina en pro de un futuro mejor, donde los derechos, la igualdad y la protección del medio ambiente aparecen como las grandes metas a alcanzar, tienen su reflejo en la aparición de luchas y conflictos sociales por conseguir esos otros objetivos más personales o grupales. Objetivos que defenderemos con uñas y dientes en virtud de una supuesta libertad, que como ciudadanos poseemos, para poder elegir y hacer lo que queramos sin restricción ni cortapisa alguna por parte de los poderes establecidos. Para todo lo cual se legislarán y aprobarán leyes más abiertas, donde tenga cabida cualquier tipo de realidad personal o social. Aunque esa apertura sea siempre en la misma dirección.
Bien, pues en medio de esta realidad que estamos viviendo, o mejor dicho sufriendo, aparecen acontecimientos inesperados, con situaciones extraordinarias, que pueden hacer que nos interroguemos sobre el sentido profundo de nuestra vida y de lo que estamos haciendo aquí. La noticia que todos pudimos leer y escuchar, la pasada semana, era relativa a una niña de cinco años que fue atropellada, junto a otras dos niñas de diez y doce años, a la salida de un colegio de Madrid, provocándole la muerte. Las otras dos niñas fueron gravemente heridas. El conductor del vehículo, resulto ser una madre del mismo colegio, y lo que provocó el lamentable accidente fue un error al meter la marcha del coche.
Estos son los hechos puros y duros de la noticia, como fue presentada en tantos periódicos y telediarios de nuestro país. Lo cual, hizo surgir comentarios de todo tipo sobre la mala suerte de las niñas que sufrieron el accidente y sus familias, pero también, sobre la conductora del vehículo que provoco el suceso: “seguro que iba bebida o no tenía carnet de conducir”, decían unos; “si es que vamos como locos por culpa del estrés de la mierda de vida que llevamos”, comentaban otros; “tenían que quitarla el carnet y meterla en la cárcel de por vida” decían también, como si todo esto pudiera devolver la vida a la niña que murió.
Como toda buena noticia, a los pocos días ya no se habla del asunto, porque ya era algo del pasado. Sin embargo, en este caso, hay algo más que puede dar una nueva visión a lo sucedido, haciendo que la noticia vaya más allá de un mero hecho de mala suerte, sin ningún sentido. Y es que, comenzamos la semana con más información sobre lo ocurrido: sabemos que la niña, que perdió la vida en el accidente, se llamaba Mariquilla y que su madre María, trabaja en la secretaría del colegio Montealto, donde sucedieron los hechos. Hemos sabido que María llego a la puerta del colegio, en cuanto sucedió el atropello, con el tiempo suficiente para abrazar a su hija Mariquilla y poder despedirse de ella antes de fallecer. También conocemos que una vez que su hija dejo de respirar, en lugar de buscar a la policía y abalanzarse hacia la conductora del vehículo para pedirle explicaciones, incluso agredirla, por haberle arrebatado la vida a su hija, se acercó a la mujer que acababa de provocar el dramático suceso, que en esos momentos se encontraba destrozada, y viendo su sufrimiento, la abrazó para consolarla. La conductora del coche, que increíblemente también se llama María, experimento algo misterioso en ese momento, al sentir el abrazo de una madre como ella a quien acababa de atropellar y matar a su hija. La abrazaba y la consolaba, mientras los sanitarios seguían intentando reanimar a su hija Mariquilla.
Por si este hecho fuera poco, ayer tuvimos conocimiento de la carta que escribieron Álex y María, los padres de pequeña Mariquilla, dirigida a todos los que se han preocupado y rezado por ellos y por su hija en estos días. Son padres de otros cinco pequeños, y en la carta dan las gracias a todos los que, conociéndolos o no, se han preocupado por su situación y han estado rezando por su familia y por su hija. En la carta también piden oraciones por María, la persona que conducía el coche y a quien se refieren como «la madre a la que le ha tocado el peor trago del accidente» y le repiten su ánimo y que se abandone a Dios para darse cuenta de que no tiene culpa alguna. Por último, animan a las personas que no tenían fe y que este hecho les ha ayudado a poner su vida de cara a Dios, a que sigan adelante. Terminan la carta, dando gracias a Dios por los cinco maravillosos años que les ha regalado con su hija.
Aunque muchos puedan pensar que estos padres han perdido la cabeza por lo sufrido, que son marcianos o que viven alienados con un Dios en el que ya no cree casi nadie, hoy en día, porque no es algo práctico, ni ayuda ni salva de nada, lo cierto es que, en estos momentos en que buscamos un culpable en todos los dramas y sufrimientos que suceden a nuestro alrededor, pensando tal vez, que si encontramos al causante y le hacemos pagar por lo que ha hecho, el sufrimiento desaparecerá y todo lo que hemos perdido volverá a nosotros, leer esta carta y profundizar en esta noticia, debería hacernos pensar en el sentido de nuestra vida; quienes somos, que hacemos en este mundo y que estamos buscando.
Grandes pensadores del siglo XX, se refieren al ser humano que no tiene sufrimientos como “el hombre sin brújula”, ese hombre o mujer que no sabe quién es ni a donde va. Sin embargo, vivimos un momento histórico en que el entorno social en que vivimos, la globalización, la justicia social, etc. nos llevan inexorablemente a vivir entretenidos en tantas cosas que, sin tener ningún valor real, nos impiden pensar y plantearnos los grandes interrogantes de nuestra existencia. Se nos invita a huir de todo lo que nos acerca o nos recuerda a la muerte. El único sufrimiento que admitimos y que no nos afecta, es el que vemos en la televisión o en internet, ya sea en los noticiarios o en las series que consumimos cada vez más, pues consiguen alejarnos de nuestra propia realidad. Entonces, cuando algún acontecimiento doloroso hace que los cimientos, débiles y quebradizos, donde nos apoyamos se tambaleen, comprendemos que nuestra vida se encuentra vacía y de que nada de lo que tenemos, o deseamos alcanzar, da sentido a la misma.
Después de conocer una noticia como esta, y como tantas otras que suceden cada día en tantas partes del mundo, donde un sufrimiento, sin sentido, se puede observar con una transcendencia y una profundidad que va mucho más allá del hecho en sí, todo es distinto. Un suceso terrible que, en lugar de destruir a sus protagonistas, les da una fortaleza que supera toda razón y todo lo que podemos percibir con nuestros sentidos, sellando en su corazón la certeza de que esta vida es un transito que los lleva a un lugar mucho mejor, y que abrazarse a lo que no entienden y amar a quien les hace sufrir, es posible, podemos decir, entonces, que existe otra forma de vivir. Una nueva vida, donde la libertad no tenemos que buscarla porque la llevamos dentro de nosotros, la igualdad de géneros se concreta en el amor al otro, incluso cuando es tu enemigo, y la justicia se remite a Dios ya que ninguno ser humano es mejor que otro, solo cambia el entorno y las circunstancias de cada historia. Y si todo esto es real, nos confirma la existencia de una vida mejor que la que nos ofrece la sociedad y los medios de comunicación. Si eso es cierto, la felicidad ya no es una utopía, a cuya búsqueda dedicamos toda nuestra vida, y la muerte se convierte tan solo en una parte más de nuestra historia personal, pero no en su final.
Si piensas que este suceso, es un hecho aislado que se ha sacado de contexto y de madre y que la carta de estos padres es consecuencia de querer dar sentido a lo que no lo tiene, debido al impacto sufrido por la pérdida de un hijo, te invito a buscar, a estar atento a las informaciones que vayan llegando, y descubrirás como siempre ha habido y habrá noticias que, sin mucho bombo ni publicidad, son como pequeñas lucecitas en medio de la oscuridad que tantas veces nos rodea, y que conseguirán remover tu razón, zarandeando todo aquello en lo que has apoyado tu vida.
Espero que estas líneas os puedan ayudar a darle un par de vueltas a noticias que, como esta, pueden llegar a escandalizar por su aparente incoherencia. En este caso concreto, tengo claro que sus protagonistas, Álex y María, saben que la muerte de su hija no ha sido en vano y de que, con seguridad, puede ayudar a tantas personas que, en este momento, no encuentran sentido a su sufrimiento.
Animo
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