LA COSA ESTÁ MUY NEGRA

LA CONDENA DEL OLVIDO

“Quién olvida su historia está condenado a repetirla”

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Víctimas del atentado de ETA en Vic.

He comenzado con esta frase popular del poeta y filósofo español D. Jorge Agustín Nicolás Ruiz, porque bajo mi punto de vista es obvio que existe un desconocimiento general entre la población de jóvenes españoles, sobre los tiempos convulsos que vivimos muchos españoles, (en mi caso en el País Vasco) entre los años 70, 80 y 90 de forma más notoria. Me refiero al terrorismo impuesto por los comandos de ETA qué perpetuaron actos de muerte y violencia extrema en toda España, dejando tras ellos un reguero de sangre, dolor y miedo que aún perdura en las mentes de las víctimas directas e indirectas.

Por eso, si olvidamos o permitimos que estos hechos atroces se olviden estaremos condenados a que se repitan. Desde aquí, solo pretendo contar cómo viví desde mi más tierna infancia y juventud dicha guerra fría y cruel, en la cual los comandos compuestos por mercenarios tenían aterrorizado al Estado.

Nací en Bilbao en 1981, para entonces ETA ya había asesinado, extorsionado y secuestrado a personas inocentes e implantado la Ley del Terror en el País Vasco. Así pasé mi infancia, lo primero que nos enseñaron nuestros padres a mi hermano y a mí era: – No toques nada y no des patadas a nada del suelo o lo cojas. Puedes morir o quedarte sin pies o manos-

Mi hermano y yo a pesar de no entender entonces bien por qué podía pasarnos eso obedecíamos, aunque alguna vez se nos olvidase como niños que éramos y le diéramos una patada a una lata. Las noticias de personas muertas a manos de ETA eran muy comunes en las emisiones televisivas, en los espacios de noticias y en los periódicos. 

Tanto y tan bien, nos aconsejaron nuestros padres, que cuando se dio el suceso de un niño que perdió las manos por una cartera bomba nos quedamos atónitos, jamás volvimos a cuestionar ese consejo tan reiterado. Y así pasaban los días del terrorismo bajo mi mirada de niña, en silencio y con miedo.

¡Mi amado Bilbao!, ¡cuánto sufrimiento y dolor!, pero las personas que vivían y viven allí en su mayoría son gente buena y solidaria.

Cuando tienes un amigo Bilbaíno es para toda la vida- decía mi padre y es verdad.

De padre Charro y madre Maña, como ya lo he dicho antes nací en Bilbao, donde se conocieron mis padres, por aquel entonces había mucho trabajo y se pagaba bien pero vivías en la boca del lobo.

 

Una noche de madrugada recuerdo una evacuación de los edificios cercanos al coche en el que ETA decidió poner una bomba lapa por ser el vehículo de un policía. Nos vimos en la calle en pijama al igual que el resto de los vecinos, se palpaba el miedo por el suceso, ni esa noche ni otras tantas posteriores pude dormir, estoy eternamente agradecida a ese policía que revisó su vehículo y alertó de la bomba, gracias a él esa noche todos sobrevivimos. 

A pesar del miedo impuesto a golpe de balas y explosivos, también la población intentaba llevar una vida normal pero con reglas establecidas no escritas, esto te podía salvar la vida si tenías suerte. Como niños salíamos a jugar al parque y hacíamos actividades deportivas, teníamos subvencionados algunos servicios por parte del Gobierno Vasco, tales como: “Domingo deportivo, domingo divertido” y clases de verano de refuerzo con excursiones, actividades plásticas y deportivas entre otros.

Esto entre los pequeños y los chavales hacía que su vida fuera más normal y se olvidasen de lo que sucedía. 

Sin embargo, mis padres al igual que cualquier adulto del entorno siempre decían “soy apolítico”. Eso del voto era altamente secreto, se llevaba muy interiorizado  por precaución. Para mí, por aquel entonces, había dos eventos extremadamente violentos, por un lado, el día de las elecciones y por otro, el día de las banderas en fiestas de Bilbao ( Aste Nagusia).

Sin entrar en pormenores en las elecciones siempre había mucha tensión y violencia por los intentos de cerrar los centros escolares por parte de los cachorros de ETA para impedir que se votase, aún así la gente iba a votar. Recuerdo de ir en familia a votar, yo me sentía segura porque mis padres eran fuertes y respetados. 

En fiestas de Bilbao, el día de las Banderas, era el día en el que se colocaban: la bandera de España, la Ikurriña y la de Bilbao, ese día era altamente peligroso porque los mismos cachorros de ETA quemaban coches, motos, contenedores, lanzaban cócteles molotov…

Un año ese mismo día salí a dar una vuelta con una amiga, normalmente el día de las banderas solo había jaleo de mañana o de noche pero no de tarde, bajo el permiso de nuestro padres salimos y según estábamos a punto de entrar a la zona de choznas, empezaron a lanzar cohetes contra la fachada del ayuntamiento, estábamos tan asustadas que sin querer corrimos en el mismo sentido que los cohetes, nos tiramos al suelo tras las jardineras de piedra y llegamos, no sé cómo, a refugiarnos detrás de las escaleras del mismo Ayuntamiento. 

Tristemente me sentí afortunada de haber tenido solo unos moratones y rasguños y que no me alcanzara un cohete, ¡qué miedo pasamos!…Desafortunadamente hay niños de la época que han visto morir a sus padres a manos de ETA. Una mañana a la hora de entrar al colegio, una moto paro junto a un coche y disparó al conductor delante de todos los niños que estábamos presentes con nuestras mamás, en plena calle y esperando para entrar al colegio. Lo que había sucedido fue que un etarra había asesinado a un policía que llevaba en el coche a su hijo al colegio, le arrebató la vida delante del pequeño que iba de copiloto, así, a sangre fría… Imperdonable e inolvidable. 

Cada cierto tiempo el comando ETA hacia comunicados públicos a través de la tv y prensa con intenciones falsas de abandonar las armas, pero poco después ponía bombas en trenes y en lugares de ocio muy transitados, sesgando más vidas. Bilbao sufría una gran lacra con esta “gente”, cuando celebraban una manifestación lo hacían desde la Gran Vía hasta el propio Ayuntamiento, lo que la tv no decía ni mostraba era la cantidad de autobuses en los que venían de fuera de la ciudad.

Este hecho ponía en el punto de mira a todos los Bilbaínos, como si fueran etarras sin serlo y encima estando con el miedo presente en su vida cotidiana. Tanto mal hizo la tv en no mostrar esos autobuses que la gente iba a cualquier parte del País Vasco menos a Bilbao por temor y hoy aún sucede.

Amo España y amo El País Vasco, pero son amores en ocasiones sufridos, al menos durante esos tormentosos años. Recuerdo que me sentía indignada cuando salíamos de vacaciones, porque llevar la matrícula de Bilbao en el vehículo era peligroso fuera de la Comunidad Autonómica, ya que sin tener nada que ver con los etarras, te rompían los cristales o te pinchaban las ruedas. 

La matrícula era muy significativa,  como sabemos los vintage, por su composición : las dos primeras letras iniciales identificaban el lugar de procedencia, seguido de cuatro números y terminaba con dos letras que indicaban la antigüedad del vehículo, y quedaba por ejemplo así: BI 1234 AN, pues nada, ya el coche era Vasco y eso era condenatorio para la salud del vehículo. Entre todos los atentados, el que marcó un antes y un después sin duda fue el asesinato de D. Miguel Ángel Blanco el 13 de julio de 1997. Todos los vecinos con sus familias salimos a manifestarnos, se cerraron voluntariamente todos los negocios y salimos a la calle en contra de semejante barbarie, la magnitud de la ignominia fue tal que perdimos el miedo de golpe. Toda España se unió, alzó la voz y nosotros sin distinción formamos parte de ello. 

A partir de entonces todo fue distinto, ahora los asesinos se escondían y nacía una vía para la esperanza. Por eso no debemos olvidar nuestro pasado y el esfuerzo de tantos vascos y del resto de españoles para buscar un futuro mejor donde las diferencias se negocien en los órganos legítimos de representación popular.

Tampoco debemos olvidar los muertos, heridos y huérfanos, hombres, mujeres, ancianos y niños, víctimas de ETA.No olvidar lo sucedido es no permitir que vuelva a suceder, es honrar a las personas de bien, es asegurar la paz. 

Pues “quién olvida su historia está condenado a repetirla” 

Autora: S.S.J.81.